Hay días tanto tiempo esperados que merecen una banda sonora a su medida.
Hoy, en Radio Hanoi:
Música para forjar el cuerpo >>The Prodigy
sábado, 18 de febrero de 2012
viernes, 17 de febrero de 2012
El sociólogo por excelencia, Max
Weber, relacionaba los menores niveles de industrialización y desarrollo de algunos países
europeos con la doctrina católica presente en su tradición cultural. Más que por la mentalidad a la que él aludía yo señalaría el tipo de estructura social parasitada por la
jerarquía que se derivó de ella y que siempre hemos cargado en España e Italia, si
bien a estas alturas de la película es evidente que son más los factores y mucho más
variados.
La prensa ha retomado el debate y las comparaciones sobre
las distintas formas que ha adoptado el capitalismo al asentarse en nuestras
sociedades. Me permito un momento para decirles a los que en 2008 proclamaban
la caída del sistema tal y como lo conocemos que sí, se está reconvirtiendo
y no, no precisamente hacia su extinción, por lo que una vez más recomendaría menos “se-ve-venir” y más realismo crítico. Si se termina por
haber llegado de forma natural al final de su ciclo –esto es,
autoconsumiéndose- nos arrastrará a todos al abismo, conque tampoco habrá mucho que
celebrar. Pero hay algo de cierto en que
aquí nunca se han hecho las cosas igual que por el norte y escapa a los hábiles
ojos del empresario español. Viendo el rumbo que han mantenido siempre cabe
imaginar que junto a tanta biblia y catequesis les debieron colar el Manual del
Perfecto Incompetente: es que hasta yo mismo les podría enseñar mil formas de
aplicar más eficientemente el capitalismo que como lo hacen los vástagos de la
CEOE.
El caso es que estos estúpidos que deciden
omnipotentes sobre nuestros derechos como trabajadores no son capaces ni
siquiera de ceñirse a los más básicos pilares teóricos de la economía que defienden. Se
afana un sector del partido que gobierna en aupar a los tecnócratas
e intentar hacer de esta una injusticia sólida, una máquina explotadora bien engrasada; ni siquiera
eso saben hacerlo bien. Nos encontramos
con que, inspirados por los enormes éxitos que debe estar cosechando la
estrategia sobre Grecia del chantaje europeo, la derecha y los empresarios nos
cuelan el primer capítulo de una nueva reforma fecal siguiendo exactamente los
mismos esquemas decimonónicos de los que siempre han hecho gala; a saber, en primer lugar, facilitar el despido aún más si cabe.
Sólo por esto ya habría que afilar los cuchillos, pero no sólo los que nos
vamos a joder vivos directamente con este ataque –y recuerdo que o bien
vuestros padres, abuelos o parejas son propietarios de una cadena de hoteles en
expansión o vais a currar y sufrir exactamente igual que yo-, sino también esta
estirpe de retrasados incapaces de entender que somos nosotros quienes
reinyectamos el dinero de nuestro sueldo en sus empresas. Primera lección:
reduciendo la cuota de consumidores, y encima a las puertas de una recesión, están negando a su sistema su componente más vital. Antes de que salten con las pérdidas
de las empresas habría que matizar el lenguaje que se utiliza en los medios.
Dicen “esta empresa perdió 1.393 millones de euros en 2010 respecto a 2009”
cuando ni mucho menos son pérdidas: esta empresa ganó 6.500 millones de euros,
habiendo ganado a su vez 7.893 el año pasado –estoy utilizando cifras del
beneficio neto de Telefónica solamente en España-. Éso es hincharse a ganar unos cuantos millones menos, no perder. Por cierto, con la bajada de
beneficio a nivel nacional como excusa, César Alierta despidió al 20% de sus empleados aquí en un alarde de patriotismo -esa gran causa que invocan nuestras tradicionales élites económicas cuando conviene-. En total,
ese año había subido un 30% el beneficio neto global de la compañía.
En segundo lugar, la reducción de
salarios. Puede ser que entre sus votantes haya calado la idea de que “toca
abrocharse el cinturón” porque “si no hay para todos, a todos nos toca
reducir”. No así entre los demás, me temo. Amiguitos, antes de que me pierdan los modales os volveré a ilustrar con
datos. Según los propios medios, las ganancias de los 10 más ricos de la Bolsa
subieron un 8% en 2011. Los salarios de quienes lo lograron con su trabajo no
hicieron lo propio. ¿Cómo se puede tener
la cara de decirnos a la capa productiva del sistema que, simplemente, “no
hay”? ¿Cómo vamos a creérnoslo nosotros, que somos quienes lo tenemos en
nuestras manos y lo vemos con nuestros propios ojos? Resulta ahora que nuestro trabajo es capaz no sólo de no generar
un beneficio ¡sino que incluso supone pérdidas! Resulta que lo que antes hacían
personas con muchos menos medios y le daba para alimentar a su familia y
tributar, ahora, con el respaldo de una complejísima industria, no somos capaces de alcanzarlo, y debemos renunciar a toda dignidad por lo que podría pasar. Quizás la clave sea que
jamás estarán dispuestos a reducir su rapiña del margen de beneficio, y
entonces ya se hace mucho más fácil comprender que sólo queda restar de la otra parte: nuestra parte. Sé
perfectamente hasta qué punto estoy simplificando y omitiendo factores como el reajuste entre oferta y demanda, la influencia de las agencias de calificación, la deuda, la incidencia de las economías emergentes y todo lo que sigue; tampoco creo que haga falta
todo eso para entender que no es que no haya, sino que lo tienen ellos.
Lo más insultante de todo no es
que prometiesen no hacerlo mientras estaban en campaña, porque todos sabíamos que las
directrices de Europa iban a ser éstas y las iban a cumplir gustosamente, sino que intenten argumentarlo todo
como “la forma de incentivar el empleo”. Lo que es peor, su verborrea se convierte en pseudo-psicología -me enferma, no
soy capaz de soportarla-: dicen los pedazos de carne que son Montoro y Báñez que la posibilidad del
despido nos hará más eficientes. ¡Y también los porrazos y los fusiles en la nuca! Pero es que no les da para más a estos pobres bastardos, tan
ocupados en averiguar la identidad de sus verdaderos padres.
¿Qué van a saber estos que
nunca han estado en nuestro lado del tablero? Ignoran que el miedo a ser
despedido genera un estrés innecesario e insano que se traduce en cometer errores con más
frecuencia y ver nubladas las capacidades de concentración e innovación. Es totalmente contraproducente. Un sueldo
decente y unas perspectivas de estabilidad son un pasto mucho más agradable
para el rebaño, pero en vez de eso optan por la manera estúpida de hacernos
reaccionar: recortar y machacarnos. Así que mejor que se vayan preparando también ellos, porque lo que ayer era el rebaño manso puede encarnarse hoy en orgullosa jauría.
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miércoles, 15 de febrero de 2012
No hablamos de ella. A veces la nombramos de refilón, pero siempre dentro de otro tema. No hemos hecho un
esfuerzo como sociedad para erradicarla jamás; de hecho, cuando ha habido
intentos organizados la reacción ha sido siempre brutalmente desmedida.
Hace dos legislaturas, un grupo
de personas se comprometieron a disolverla desde el gobierno. Pudieron pecar de
algunos fallos de ejecución, y quizás hubo algún planteamiento endeble a mi
parecer, pero en cualquier caso errores comprensibles y asumibles. En conjunto fue un proyecto
ambicioso, quizás demasiado para este país de paletos, urracas y reptiles con
sotana.
Conforme han ido pasando los
años, se ha formado una costra pútrida intentando ahogar un movimiento que
tiene muchísimo rodaje y experiencia acumulados a este lado del mundo y que
lucha por florecer al otro lado del Mediterráneo. Esta costra asquerosa ha
contaminado no pocas cabecitas, de esas que tan poco necesitan para colapsarse,
y se ha plantado como una defensa contra ideas de supremacía y control. Es
mentira, son los perros de siempre defendiendo la mierda de siempre: SU
supremacía y SU autoridad, su control. Hay escritores de renombre, políticos y
empresarios que se enervan sólo de oír mencionar nada mínimamente relacionado
con la desinfección necesaria y farfullan sobre irracionalidad, manipulación
política, lavado de mentes, desviación y apocalipsis de los valores
tradicionales.
Esta metástasis ha conseguido embarrar
el camino de esos ideales. Ahora mismo hay un verdadero tabú sobre distintas
palabras, que basta que sean pronunciadas para encender la histeria de personas
que no se comportan como tales ni como tales merecerían ser tratadas. Esas
palabras son IGUALDAD, PARIDAD, EQUIDAD, LIBERTAD. Llegados aquí habrá quien ya
se haya espantado, estoy seguro, pero tampoco es que me importe. Estoy hablando
de la carga cultural añadida que soporta día sí y día también más de la mitad
de la población, aunque somos todos quienes perdemos. Sí, estoy hablando de la discriminación
hacia la mujer, la hija desterrada de la Historia.
Son nuestras hermanas, nuestras
madres, nuestras novias. Nuestras hijas, nuestras vecinas, nuestras compañeras,
que no por ser “nuestras” pretendemos que nos pertenezcan. Hemos tenido que
luchar juntos cada batalla para alcanzar los logros de nuestra sociedad, y
mientras que el sacrificio ha sido compartido, el resultado siempre ha sido
menos favorecedor para ellas. La democracia fue nuestra antes que suya, la
independencia económica también. Hoy mismo te pueden estar pagando menos por el
trabajo que haces como los demás por no haber nacido con cojones, ésa es
nuestra realidad. Y mientras no la afrontemos seremos una sociedad enferma.
Sin embargo nunca se matizan
muchos aspectos relacionados con la lucha los derechos de la mujer. El más
importante de ellos es que feminismo no es “el machismo de las mujeres”.
Machismo es dominación social, política, económica y cultural de los hombres
sobre las mujeres, atendiendo además a una razón fortuita. Es sumisión de unas
bajo el mando de otros. Feminismo es la defensa de una igualdad todavía ni
remotamente alcanzada dentro de la diferencia artificialmente establecida entre
los dos géneros –maldita sea, nadie está negando la otra diferencia surgida
biológicamente dentro de una especie en la cual uno de los dos subtipos sexuales desarrolla
la prole con el material genético de los dos y luego lo alimenta en sus
primeros meses de vida, con la consiguiente adaptación hormonal y anatómica
para posibilitar el desarrollo de uno de los embriones que más tiempo de
desarrollo intrauterino necesita de entre todas las formas mamíferas de vida de
este planeta, así como psicológica para el plus que supone en un ser de alta
capacidad intelectual y cognitiva el ser consciente de que concibe, alberga y
trae vida al mundo, para además luego seguir manteniendo un vínculo constante
tras el parto, es decir: en aquello que hemos tenido a bien llamar “madre”, y
por tanto potencialmente cualquier mujer-.
El problema jamás ha sido que seamos distintos -o sí, pero solamente en lo que a psicología e interacción social y
sentimental se refiere, conque no viene para nada al caso-, y querer creer que
sí es tan absurdo como no aceptar que dos individuos, ya sean más altos o bajos,
tengan un color de pelo u otro, unas características determinadas o lo que sea
que los diferencie, siguen siendo iguales. Es la significación de la que hemos cargado nosotros las diferencias, nuestra enfermiza clasificación en valores positivos o negativos. Y es que nos creemos
desarrollados cuando hemos sido incapaces de aceptar que somos iguales dentro
de la diferencia, de la excepcionalidad de cada uno de nosotros que a muchos niveles nos hace únicos.
El problema, por tanto, es justo eso, y funciona exactamente igual para todos los demás tipos de
discriminación. Las diferencias se marcan para que alguien salga beneficiado de
ellas, es una característica innata del egoísmo humano que increíblemente parece seguir pasando desapercibida. De esta forma, ya de
primeras, la mitad de la humanidad queda excluida de los círculos de poder y
decisión, y a partir de ahí se continúa restando. El resultado de ese proceso
es tan fácil de apreciar como pararse a ver el carácter actual del mundo que
habitamos. ¿Ha extrañarnos que suceda en unas sociedades que casualmente tienen
unas élites de poder económico y político enormemente distanciadas de las bases,
sobre las que además ejercen presión para poder seguir manteniéndose en lo alto? La mujer está discriminada
como lo está el inmigrante, el pobre o el currante. Solo que además la mujer
puede ser también inmigrante, pobre o currante, y de hecho, lo es: el 70% de
los pobres son en realidad las pobres. Sin embargo aún estoy esperando para ver
un solo ejemplo de millonaria/o a quien se haya discriminado por sexo, por
raza, por procedencia o religión.
Así que podemos confiar en que un
buen día el mismo sistema que nos fagocita y vive a costa de la injusticia y de
nuestra propia división interna decida igualar la situación; que rectifique en
el camino que viene siguiendo desde sus inicios y que es su marca
identificativa, que pierda su misma razón de ser para hacernos esa concesión
gratuitamente. Eso no sucederá jamás.
También podemos comprometernos por
muy alto que sea el precio a pagar y decidir que hay que enterrar toda una historia
de injusticia y vergüenza hasta poder declarar que las personas son iguales en
posibilidades y derechos, en trabajo y en deberes. Que no os engañe nunca su
discurso patriarcal: luchamos por valer lo mismo, y los únicos que siempre han
pretendido valer más que el resto son quienes nos explotan. Todas nuestras
luchas son realmente una sola; quien lo niegue tiene mucho que demostrar.
martes, 14 de febrero de 2012
Dice un rebelde sirio que desertó
del bando oficial después de perder a su novia de 23 años: la mataron por
participar en una manifestación contra el régimen. Ahora, tras abandonar su
posición dentro del cuerpo de inteligencia, es un hombre más en las líneas
revolucionarias. Se puede decir que de alguna forma ése ha sido el precio que ha pagado para
replantearse la ética y la dignidad de su posición.
No nos llega ni una décima parte
de la información de lo que está pasando en Siria. También es un hecho que esa
proporción está sometida a la vergonzosa manipulación que debemos recordar de
antemano al acceder a las noticias de las agencias internacionales de prensa
–no hace tanto que EFE y Reuters nos hablaban de muertos por la artillería de
Gadafi de los que luego no se ha vuelto a saber nada, porque ya había bombas de
verdad sobre las ciudades libias-.
Recomponiendo las piezas se intuye que realmente hay una guerra civil
tierra adentro de la costa mediterránea oriental, y las FCS se están bañando en
la sangre de población civil. No me atrevo a decir nada sobre los rebeldes
porque lo desconozco todo, aunque cada día les proporcionan tantos motivos como
cadáveres para alzarse.
Siguiendo dos mil kilómetros en
línea recta hacia el este, una patrulla norteamericana posa delante de una
bandera cuyo significado luego asegurarían desconocer. Se desata la polémica
cuando es identificada por la reconocible grafía de las Waffen SS, tropa de
élite de la Alemania nazi que sirvió con escalofriante eficacia de brazo
ejecutor para el exterminio de las minorías étnicas y disidencia política en
toda la Europa ocupada y a la que, curiosamente, los antecesores de estos
muchachos habían combatido entre el 44 y el 45. “Son Snipers Scouts –exploradores francotiradores-, de ahí la confusión con las iniciales”.
Perfecto, cualquier día te tatúas una esvástica y pensabas que era un molinillo
de viento.
Así que la indignación salta por
el hecho de que los chavales no tenían un fondo adecuado para la foto.
¿Entonces qué es lo malo, que hagan lo que hacen o que se pueda identificar con
algo distinto? Hombres como los que posan aquí masacraron a veinticuatro civiles desarmados en 2005 en Haditha, Irak, como represalia por la muerte de un
compañero. A algunos los sacaron del coche para ejecutarlos. Otros eran niños.
En términos globales son un cuarto de millón de muertos, más de un tercio de
millón de heridos y mutilados y más de ocho millones de desplazados desde el comienzo de las últimas invasiones.
Si preguntas a cualquiera de los causantes
del incidente, dirán que luchan por su deber y que el honor es lo primero. Si
preguntas en sus hogares, te dirán que son héroes entregando su vida por un
mundo cuya libertad está amenazada –y en eso no les falta razón-, orgullosos
mártires de la democracia. Y la moral de quienes han bendecido este genocidio
continuo sobre cada palmo del planeta se resiente cuando se les relaciona con
el que tantas vidas segó a mediados de siglo.
No puedo evitar entonces asociarlo con el protagonista de la primera historia. ¿Qué es lo que
necesitan los opresores, los mercenarios y ejecutores? ¿Sufrir la misma
experiencia que el secreta sirio reconvertido? ¿Dónde quedó la razón cuando se
enrolaron para servir a estos regímenes de la vergüenza?
El perpetuamiento de tanta
devastación no deja de alimentarse de sus dos fuentes principales: la
ignorancia de los hombres de a pie y la legitimidad adquirida por los poderes
tras cada guerra. Y mientras tanto nosotros, ¿qué precio habremos de pagar para
identificar la injusticia?
lunes, 13 de febrero de 2012
Recupero la carpeta de mi inseparable rock en inglés y se suceden las pistas. Salta, justo después de un magnífico Dio, una balada de
The Who. Éxtasis musical a este lado de la pantalla.
Se lamenta Pete Townshend en esta preciosa canción de albergar unos sentimientos que tanto daño le hacen. “Mi
amor es venganza, eso nunca es un regalo”. “Nadie sabe lo que es sentir estos
sentimientos, y [por ello] te maldigo.”
Retrocedería casi cuarenta años para decirle al bueno de Pete que se
libre de lo que lo atormenta, que el amor es demasiado especial y a la vez lo suficientemente prescindible como para
permitirle truncarse en odio. Se lo diría porque lo sé, porque todos hemos hecho odiarnos
a alguien de quienes más nos querían, como también hemos podido sentir la oscura
tentación de vengarnos cuando nos han alcanzado en lo más profundo del
alma esos en quienes más hemos confiado. Pero tampoco creo que si pudiese oírme
cambiase mucho su rabia porque –afortunadamente- si algo tiene esto es que no
sirve de nada lo que te digan los demás cuando eres tú el que está dentro.
Se dicen muchas cosas sin sentido
cuando nos quejamos del amor. ¿Qué
importa si rompe la tranquilidad de la
rutina? Peor es si le permitiste traspasar tu coraza y llega a aniquilar tu paz interior. ¿Ves la vida con otros
ojos? Nunca se es plenamente consciente de la imprudencia que supone haber anulado el propio
sentido crítico. No es tan rentable subirse la autoestima cuando puedes acabar por perderla completamente: incluso en el mejor de los casos
se pueden dar muchas ocasiones para que algo la haga evaporarse. Todos nuestros
complejos se pueden borrar como se pueden reforzar al hacer del otro nuestro
examinador. Porque si hay algo que destruye relaciones y amistades, es el juzgar.
Nos creemos con derecho de
señalar. Nosotros, las personas, que nunca hacemos suficiente recuento de
nuestros propios defectos -me rindo a Xhelazz cuando dice "dejé de contar ovejas para poder dormir y ahora cuento los defectos que me quiero corregir"-. Puedes elevar a tu compañero/a a un altar basado en impresiones del que luego derribarlo cuando no
se acomode a lo que imaginaste, y tanto más arriba, mayor será el golpe. Puedes sentirte con la autoridad moral de hacer
daño creyéndote bueno, por encima del bien y del mal, pero intocable si a
la otra parte se le ocurre hacer lo mismo. Puedes castigar su improvisación a la vez que la rutina, faltar a la verdad, manipular su percepción,
ocultar tus sentimientos, engañar, incluso poner en contra de su propio entorno a quien debería ser el valor
más preciado. Todos hemos visto de todo en este juego, incluso algunas cosas nos ha tocado vivirlas desde cualquiera de los lados. Puedes convertir
lo vuestro en la infinita enumeración de lo que no ha hecho, de lo que hizo, de
lo que hará; de lo que no hiciste, de lo que has hecho, de lo que podrías
hacer. Si llegaste a ese punto sólo puedes reconducirlo todo a otro
destino.
Toca perdonar y esperar ser
perdonado, no acumular agravios; quizás olvidar y caer en el olvido si es lo que se necesita, y no alimentar el odio. Si la razón recupera las riendas, todo
se puede ver con otra perspectiva, y ya no es momento
de albergar nada que atormente el interior, la fácil tranquilidad de lo cotidiano. Es algo que se
infravalora tantas veces que acaba por parecer que no la necesitamos.
De todas formas sé que no puedo
pretender que cada uno se aplique algo así. Para los que aun así prefieren el camino del rencor, tengo este otro
consejo. Cuando no podáis apagar el resquemor por quien os haya hecho
daño o hos haga sentir víctimas tras el choque entre dos personas, no le deseéis noches inacabables de insomnio ni dolor. Tampoco enfermedad o tragedias. No esperéis
que las cosas le salgan mal en la vida, ni que le den la espalda. Deseadle tan sólo un
amor que se le apodere y le cale muy adentro.
domingo, 12 de febrero de 2012
Hablando con un amigo recordamos una frase que, dice él, se aplica a sí mismo cuando va a escribir; es esa de “si has de hablar, intenta que tus palabras sean mejores que el silencio”.
Eso no es un problema para mí, y lo
saben bien los que me conocen, que si no tengo nada que decir prefiero
cultivar antes el silencio que los dolores de cabeza. Así que cuando hablo o
escribo, tanto más en un medio al que puede acceder cualquiera, me sale la vena
utópica para recordarme algo más: que hay otras voces que no pueden contar su
realidad, voces que no dicen todo lo que deberían y otras cuyo mensaje no es
escuchado porque no interesa. No me condiciona la modestia de un simple blog: creo
que una intención adquiere su valor cuando se le es fiel sin importar el
contexto. Es así como un ideal se puede llegar a convertir en acción, cuando
las convicciones saltan a la calle y a la sociedad después de haber apostado
por ellas en nuestras propias vidas.
Veo inseparable de esto el dar
siempre mi propia opinión. La compartan más o menos personas conmigo, es mía y
la elaboro yo. No seré quien niegue las influencias porque son inevitables,
pero me aferro a mis propias conclusiones tanto como al saber que me puedo
equivocar. Intentar huir de lo subjetivo aquí es un error, para la objetividad
ya están los libros de ciencias y de Historia. Pero cuidado, no por eso soy contrario a criticar otras opiniones,
especialmente si están enunciadas desde falsos prejuicios o intereses; en los argumentos está la diferencia. El doble
filo de todo esto, la democratización que internet supone para tantas voces, es
que los ladridos comparten espacio con los razonamientos. Bastante tenemos con
lo que ya sueltan en telediarios y prensa, en panfletos, en columnas y en
general en tanta propaganda encubierta.
Casi olvido decir que a todos
ellos dedico el nombre de este blog. Me permito esa pequeña provocación que con
el tiempo sé que se entenderá. No, no es un tributo a nada concreto: es el símbolo lo que me importa. También se debe en parte a que tengo la costumbre
de poner banda sonora a muchos de mis mensajes. Lo hago porque adoro
la música que escucho y si hay ocasión no lo evito;
no pienso que una canción pueda sustituir opiniones o sentimientos,
pero sin duda sí puede concentrarlos, expresarlos o a veces al menos adornarlos.
Volviendo atrás, siempre acabo haciéndome
la misma pregunta. Si escribir es una terapia, ¿a quién va dirigida? Puede ser
de ayuda para el que lo lee, sí, pero estoy casi convencido de que es para
quien interioriza mientras va redactando. Sé que escribo para mí, y si lo publico es porque lo que a mí me gusta me apetece compartirlo. Así que gracias por escuchar Radio Hanoi.
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