Hablando con un amigo recordamos una frase que, dice él, se aplica a sí mismo cuando va a escribir; es esa de “si has de hablar, intenta que tus palabras sean mejores que el silencio”.
Eso no es un problema para mí, y lo
saben bien los que me conocen, que si no tengo nada que decir prefiero
cultivar antes el silencio que los dolores de cabeza. Así que cuando hablo o
escribo, tanto más en un medio al que puede acceder cualquiera, me sale la vena
utópica para recordarme algo más: que hay otras voces que no pueden contar su
realidad, voces que no dicen todo lo que deberían y otras cuyo mensaje no es
escuchado porque no interesa. No me condiciona la modestia de un simple blog: creo
que una intención adquiere su valor cuando se le es fiel sin importar el
contexto. Es así como un ideal se puede llegar a convertir en acción, cuando
las convicciones saltan a la calle y a la sociedad después de haber apostado
por ellas en nuestras propias vidas.
Veo inseparable de esto el dar
siempre mi propia opinión. La compartan más o menos personas conmigo, es mía y
la elaboro yo. No seré quien niegue las influencias porque son inevitables,
pero me aferro a mis propias conclusiones tanto como al saber que me puedo
equivocar. Intentar huir de lo subjetivo aquí es un error, para la objetividad
ya están los libros de ciencias y de Historia. Pero cuidado, no por eso soy contrario a criticar otras opiniones,
especialmente si están enunciadas desde falsos prejuicios o intereses; en los argumentos está la diferencia. El doble
filo de todo esto, la democratización que internet supone para tantas voces, es
que los ladridos comparten espacio con los razonamientos. Bastante tenemos con
lo que ya sueltan en telediarios y prensa, en panfletos, en columnas y en
general en tanta propaganda encubierta.
Casi olvido decir que a todos
ellos dedico el nombre de este blog. Me permito esa pequeña provocación que con
el tiempo sé que se entenderá. No, no es un tributo a nada concreto: es el símbolo lo que me importa. También se debe en parte a que tengo la costumbre
de poner banda sonora a muchos de mis mensajes. Lo hago porque adoro
la música que escucho y si hay ocasión no lo evito;
no pienso que una canción pueda sustituir opiniones o sentimientos,
pero sin duda sí puede concentrarlos, expresarlos o a veces al menos adornarlos.
Volviendo atrás, siempre acabo haciéndome
la misma pregunta. Si escribir es una terapia, ¿a quién va dirigida? Puede ser
de ayuda para el que lo lee, sí, pero estoy casi convencido de que es para
quien interioriza mientras va redactando. Sé que escribo para mí, y si lo publico es porque lo que a mí me gusta me apetece compartirlo. Así que gracias por escuchar Radio Hanoi.
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