domingo, 12 de agosto de 2012


Acostumbrado a escribir sobre política y sociedad, dejo siempre apartada la literatura para mi propio disgusto. Hoy me limpio un poco esa mancha con fantasía, ficción que sirve para liberarse de una realidad insistentemente irónica y ácida. Dice Zatu(1) que escribe porque está herido; en cambio, si yo lo hago ahora es precisamente porque me he quitado una espina concreta. Y es que, coño, confiar en la conciencia ajena no siempre tiene que ser en vano. Con poca sutileza pero unas ganas irrefrenables, ahí va un fragmento:


Entrecerró los ojos con un leve sentimiento de repulsa al ver a la inesperada comitiva atravesando las puertas. En silencio, temerosos, caminaban con el peso de la culpa y de la duda presionando sobre sus cabezas y haciendo que se inclinasen. Contuvo su instinto inicial y dejó que hablasen. 

-Mi señor –las nerviosas manos se retorcían-, sabéis que siempre os fuimos fieles.- Él callaba sin dejar de observar esas figuras temblorosas-. Hemos acudido únicamente con la intención de arreglar aquello. Si nuestra forma de actuar no fue correcta es por la ignorancia que padecíamos entonces. No sabíamos que os podía molestar.-
 Se detuvo a mirar a su interlocutor, casi sorprendido. El respeto reforzado hacía de pronto maravillas de cara al pabellón de viejos conocidos. Las miradas no desafiaban ya nunca, sino que se mantenían bajas; las palabras eran elegidas con cuidado y el tono se  controlaba con mucho mimo. Habrían sido estúpidos de confiar en la desmemoria de quien ahora les escuchaba. Él se aclaró la voz pausadamente para responder con tanta calma como seguridad.
-He de suponer que, igual que los demás, la lealtad la otorgas en base a lo que consideras oportuno en ese momento, que curiosamente suelen ser los de más calma. Me resulta molesto tener que aclarar que, aunque lo ignores, aquello que implica es un respaldo incondicional, innegociable. Si no es así, podemos llamarlo interés o entretenimiento, pero nunca considerar eso como la verdadera amistad.
Los ojos que le miraban mezclaban pena con cierta incertidumbre que no tardó en ser expresada-. Pero debéis entender que era difícil elegir, que no teníamos idea de que...
-¿De qué, exactamente?-su voz no temblaba al dirigírsele- ¿De que habéis fallado a la única responsabilidad que se os pedía? ¿Ignorabas que negociar y convivir con quienes se han querido convertir en mis enemigos es sinónimo de traición? ¿Que dañar lo que es mío es como hacérmelo a mi mismo? Jamás he pedido nada que no haya dado yo a quienes me rodean. Si es falso, que me traigan una sola persona capaz de demostrar que no he sido fiel y leal a quienes he llamado amigos hasta igualarme a un perro que bajo este portón pasase, y me callaré. Pero por los muertos que me reclaman… hasta entonces no atenderé a otra razón.- No esperó respuesta para continuar hablando.
-Ahora me regocija miraros a los ojos en la desprotección del uno a uno. A vosotros, los que habéis desatendido los más mínimos pilares de la fidelidad, a los que me retiráis la mirada y balbuceáis con la esperanza de que no me haya fijado en vosotros, o a los que teméis, más que a mí, que nunca he sido cruel, la verdadera carga que la culpa os impone. Seréis sólo unos pocos, pero el daño que vuestra cobardía me pudo hacer no se desvanece con el miedo que demostráis de nuevo.
Se detuvo por un momento, como cavilando, y retomó la palabra-. Qué demonios, lo que quiero es que os miréis hacia adentro y por primera vez en vuestra vida seáis conscientes de la podredumbre que os devora. Ya no cargo más con esa rabia, os la dejo a vosotros para que lidiéis con ella. ¡Pero no queráis convencerme de que soy yo quien ha malinterpretado los valores! La lealtad sólo tiene un nombre, y un único significado. Si no estabais preparados para defender su causa, no culpéis a quien sí lo hace. Yo tengo el alivio de que lo mismo que me quita el aliento durante todos los días es lo que me permite dormir por las noches, y es precisamente procurar que mis actos agraden a mi conciencia.

El silencio que siguió a sus palabras no ocultaba la satisfacción de ver al tiempo devolviendo las cosas a su lugar. Fuese o no el paladín de la justicia que siempre pretendió, no había dejado de sentir el honor resonando con su voz.

Pasaron las horas. La noche se extinguía y él seguía insomne, esperando ver los primeros destellos de luz en las nubes. Recostado en el muro se entretenía viendo cómo el viento las manejaba a su antojo cuando una voz interrumpió sus reflexiones.
-Señor, ¿tanto añoráis la guerra que en tiempos de paz no conciliáis el sueño?
La pregunta le pilló de sorpresa, pero no del todo. Contestó sin alterar el rostro-. No es así pese a que lo pienses, pero algo de razón hay en tus palabras. El riesgo que tiene el poder es que desata la ambición, y no hay paz duradera con ella. Reconozco que incluso me he sorprendido a mí mismo anhelando esgrimirlo en favor de lo que creo justo por coste que tenga para el mundo. Pero, sabes... el tiempo me enseña que mis logros me los concede él, que a él me debo. Por eso yo no corro hacia la guerra, pero me preparo cada día para ella.
-Ignoráis entonces la tranquilidad en la que viven otros como vos.
-Eso es completamente falso. Es ella la que me ha permitido prevalecer en ocasiones anteriores, cuando más falta me hacía.
-Entonces no insistiré, pero ciertamente es una lástima que le neguéis a la rabia de una forma tan descarada su mérito.
Por un momento, calló sin saber qué contestar. Se giró para encararla, pero ella ya se había ido. Volviendo nuevamente la mirada al frente, susurró para sus adentros-.<<Cada uno encuentra la motivación que necesita donde puede... yo sólo he tenido que orientarla correctamente>>.- Acusando por primera vez el cansancio, se incorporó y volvió al interior del edificio.



(1) cito: "Yo debuto de cara a un público anticompasivo, y hace tiempo que escribo para mostrar que estoy herido..." (A dónde van, SFDK -Odisea en el lodo-)




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